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Antiguos cuarteles de melilla
Armas de la guerra civil española
Las Fuerzas Regulares Indígenas, conocidas simplemente como Regulares, son unidades de infantería voluntaria del Ejército español, reclutadas en su mayoría en las ciudades de Ceuta y Melilla. Formadas por infantería y caballería autóctonas reclutadas en el Marruecos español, formando parte del Ejército de África y con oficiales españoles, estas tropas desempeñaron un papel importante en la Guerra Civil española (1936-1939).
Los Regulares se formaron por primera vez en 1911 como un “batallón indígena” de infantería[1]. Su formación se produjo en un momento en que el ejército español se estaba expandiendo hacia el interior de Marruecos desde los enclaves costeros de Ceuta y Melilla, que mantenía desde hacía tiempo. Anteriormente se habían utilizado auxiliares marroquíes como exploradores[2] y la designación de “regulares” parece haber tenido la intención de distinguir la fuerza recién levantada como una unidad permanente del ejército español. Los oficiales y algunos suboficiales procedían de regimientos peninsulares[3] En 1914 se habían creado cuatro Grupos (el equivalente a un regimiento) para el servicio activo. Aunque los Regulares seguían siendo predominantemente de infantería, el reconocimiento de las habilidades de los marroquíes como jinetes llevó a la creación de escuadrones de caballería[4] Este elemento montado de los Regulares iba a seguir siendo una característica conspicua durante todo el período de dominio español del protectorado. Así, cada Grupo se componía de un cuartel general y una compañía de servicio, dos Tabors (batallones) de infantería y un Tabor (escuadrón) de caballería, además de una banda militar y un Cuerpo de Tambores adscritos al cuartel general del regimiento.
Asedio a madrid
Los días 17 y 18 de julio de 1936, una parte del ejército español, dirigida por un grupo de oficiales -entre los que se encontraban los generales José Sanjurjo, Francisco Franco, Emilio Mola, Manuel Goded y Gonzalo Queipo de Llano- intentó derrocar al gobierno del Frente Popular de la Segunda República Española. La ocupación de la capital, Madrid, era uno de los principales objetivos del golpe de julio de 1936. Este golpe en este lugar concreto fue mal planificado y torpemente ejecutado. No hubo coordinación entre los diversos elementos hostiles a la república: falangistas, monárquicos, algunos oficiales del ejército y miembros de la Unión Militar Española.
El coordinador del complot en Madrid, el coronel Valentín Galarza Morante, había sido detenido y el anciano e indeciso general Villegas ocupó su lugar. Sin embargo, Villegas decidió en el último momento evitar la participación directa y el general Joaquín Fanjul le sustituyó con poca antelación[1] Había una concentración especialmente fuerte de fuerzas progubernamentales en Madrid. Entre ellas se encontraban las fuerzas de seguridad paramilitares y grupos sindicales organizados -aunque en esta etapa generalmente desarmados-. Por último, una gran parte de los oficiales y soldados de la guarnición del ejército regular de Madrid no estaban implicados en el complot y estaban predispuestos a permanecer leales al gobierno elegido[2].
Ejército de áfrica
En Ceuta y Melilla, dos ciudades españolas de la costa norte de África, está surgiendo un nuevo conflicto étnico, a medida que la población musulmana de origen marroquí gana peso demográfico. El conflicto se manifiesta en términos de segregación social y de reivindicación de derechos culturales y de discriminación positiva, pero se produce en el marco de la inquietud de la población de origen español respecto al futuro de la soberanía española sobre las ciudades. Como suele ocurrir en las zonas en las que una minoría etnocultural es apoyada por un Estado afín, las relaciones internacionales históricas configuran las posibilidades de prevenir y resolver el conflicto étnico. Como ocurre en este caso, si el Estado-pareja reclama la soberanía sobre el territorio donde vive esta minoría, la desconfianza se convierte en el elemento predominante en la percepción de la mayoría sobre las demandas de la minoría. Este documento explica los orígenes de este conflicto, su expresión actual, el papel de los actores locales, nacionales e internacionales en su configuración y su previsible evolución.
Antiguos cuarteles de melilla del momento
Después de terminar el cuscús y el arroz con leche cocinados por un grupo semiclandestino de voluntarios locales, los chicos no acompañados desaparecen en la noche tan rápidamente como aparecieron. Minutos antes, cuando los lugareños conducían por una carretera costera que bordea la ciudad medieval fortificada de Melilla, era difícil imaginar que los acantilados de aspecto tranquilo albergaban a unos 60 jóvenes. La mayoría de ellos habían cruzado desde el vecino Marruecos como polizones introducidos en vehículos, y ahora están atrapados en el limbo de este pequeño enclave de España en el norte de África hasta que cumplan los 18 años.
Melilla es una de las dos ciudades españolas en el continente africano. Al igual que su homóloga Ceuta, tiene un estatus especial de “ciudad autónoma”. Técnicamente funcionan como minigobiernos regionales, pero como no son lo suficientemente grandes para ser consideradas regiones por sí mismas, el gobierno central gestiona la mayoría de sus servicios y no tienen poder legislativo.
Melilla y Ceuta se consideran a menudo como una puerta de entrada a Europa, ya que los migrantes luchan por cruzar desde África, muchos de ellos huyendo de los conflictos y la extrema pobreza en los países subsaharianos, y otros que llegan cada vez más desde Siria o Palestina.